Permitime que
te diga este par de cosas
aunque se vaya
haciendo impar, aburrido
como el gato
sobre el sofá, fofo y pesado,
pestañeándole
a la tarde.
No voy a ser
quien te lleve de la mano,
te ciña la cadera
entre el polvo de la gente
o te obsequie
algo más que dos silencios y un olvido,
algo menos que
una palabra rota vuelta afuera.
Podés esperar
tantas cosas, che,
esperar por
ejemplo y entre otras el árbol para la siesta,
el amor
después de las oficinas, el sexo
sin más
recompensa que sexo y la nieve que le sigue,
mosca
pegajosa, la nieve que lo calla y lo entrega al vacío
de los ojos en
el ventilador.
Ajá, entre
otras cosas esperarme al final de la calle
que lagrimea
de zapatos y bicicletas
y a veces de
paraguas, a veces de vos hecha una risa
bajo el
paraguas abriendo un espacio entre la lluvia;
esperarme
sabiendo que no voy a condescender a
tu reloj
pulsera ni a la película a las diez-en-punto (nótese la precisión)
ni al almuerzo
lleno de perros y lamentaciones.
Vos podés
esperarme, podés hacerlo, estoy seguro.
Pero también lo
estoy de otra cosa, más firme, más erguida.
De que vas a
tirar el paraguas, morder las películas a las diez-menos-diez,
perseguir el
sexo dentro de las manos de aquél y las
palabras
sonsacarlas
del fondo de la canción en la radio,
de que vas a
llenarte de calles de las que me empujarás como una lágrima
vieja.
Y así es como voy
a empezar a esperarte.
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